Viajé con mi gato a Europa y la experiencia fue, por decir lo menos, interesante. Si vas a viajar a la Unión Europea por placer, por cuestión de trabajo o por estudio y te quieres llevar a tu mascota, toma en cuenta que necesitas una serie de pasos para que pase migración sin ningún problema.
Aproximadamente seis meses antes de realizar mi viaje, empecé a investigar sobre los requisitos que necesitaba mi gato para vivir en España conmigo. De entrada, todas las vacunas al día, sobre todo, la antirrábica, pues es la más importante y fundamental en la Unión Europea.
Seguido de esto, el famoso microchip con mis datos en caso de que se pierda o se escape.
En esta parte, he de confesar que conté con la ayuda de un veterinario europeo que trabaja en la Ciudad de México, y que cuenta con toda la información necesaria para que tu mascota entré al continente sin ningún problema. Y así fue.
Una vez con el chip y las vacunas, llegó el momento de investigar qué aerolínea me permitía llevarlo en la cabina y no en bodega, pues no quería despegarme de él. En este caso fue Iberia, donde tuve que pagar una tarifa extra para poder transportarlo. Me especificaron que mi gato tenía que ir en transportadora todo el tiempo; que su mochila y él no podían superar los ocho kilos, de lo contrario, tendría que ir en la bodega.
Finalmente llegó el día del vuelo. En la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, tuve que ir al Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, SENASICA, ubicada justo entre la parte nacional e internacional, para que me sellaran una serie de documentos que avalaban que mi gato contaba con todos los requerimientos que solicita la Unión Europea.
Tras una inspección, me dieron los documentos y así pudimos hacer el check in de la aerolínea.
Ya en el vuelo, empezó la aventura y el caos. Contrario a los perros, los gatos odian los espacios cerrados y las transportadoras, así que para calmarlo, le compré un collar y un spray para relajarlo y así pudiéramos volar de forma tranquila. Debo confesar que en el caso de mi micho, ¡no funcionó!
Así que fueron diez horas de muchos maullidos y uno que otro rasguño.
Finalmente llegamos a Madrid y en aduana me pidieron tanto mis papeles como los de mi gato y escanearon el chip para que los datos estuvieran correctos, ¡y listo!
Claro que mi gato llegó agotado física y mentalmente. Además, del shock del vuelo, también se enfrentó a una nueva casa. Pero con paciencia, comida, snack y amor, se acomodó como si nada.
También te puede interesar: Cómo cortarle las uñas a tu gato
Recuerda que lo publicado en Patas en Casa no reemplaza la opinión de un profesional de la salud animal. Antes de incluir o excluir cualquier elemento de su rutina, acude a un especialista certificado para obtener una recomendación que se adapte a las necesidades específicas de tu perrito o gatito.